La fuerza de la inquietud por Dios, por su Palabra, me lleva a “salir fuera”, hacia los demás
En la carta a los consagrados y consagradas hacia el año dedicado a la vida consagrada, palabras de Magisterio del Papa Francisco, «Alégrense», me impactó una frase: «Mirarnos a nosotros mismos y al mundo con los ojos de Cristo y permanecer inquietos» (n. 72).
Eso fue exactamente lo que he vivido en mi adolescencia, guiada por mi Padre espiritual Padre Sergio Calza, Misioneros Scalabrinianos y al conocer a la Hermanas Hijas del Oratorio, por primera vez me sentí identificada con lo que hacía en mi Parroquia. Conservo el gran recuerdo como dice también en la carta del Papa Francisco, «la fuerza de la inquietud por Dios, por su Palabra, que me lleva a “salir fuera”, hacia los demás» (n. 76). El encuentro con las hermanas fue de simplicidad, alegría, y el darse sin condiciones, y al enterarme que estaba con algunas de las primeras hermanas que venían de Italia, mi corazón saltó de alegría porque «somos misioneros en virtud del Bautismo y la Confirmación, nos formamos con un corazón universal, abierto a todas las culturas y a todas las verdades, cultivando nuestra capacidad de contacto humano y de diálogo» (Doc. Aparecida”). Cconocí a Suor María Storari, Suor Giuseppina Gnocchi, dos de las primeras misioneras que vinieron a la Argentina era y siempre fue de mi parte admiración por el testimonio de vida simple, humildes, alegres. Se adaptaban a todo, de pobreza y enamoradas de Cristo, fue para mí el decirme: «Acá está tu camino». Tuve la gracia de Dios y agradezco como lo hice en mis 25 años de vida consagrada, a los superiores de aquel tiempo, que me dieron la oportunidad de terminar la preparación a mis votos perpetuos y conocer en profundidad el Carisma de la Hermanas Hijas del Oratorio. Me siento muy feliz, me siento plena porque a partir de ahí, pude estar siempre disponible como en mi adolescencia a decir SÍ, cuando me pedían ir a alguna comunidad o país que me necesitaban, me iba pobre y volvía rica de las experiencias que el Señor me permitía vivir, por eso doy gracias a Dios que me ha llamado para servirlo y amarlo en mis hermanos, y doy gracias a nuestro Instituto Hijas del Oratorio, que me acogieron con amor y misericordia.
Hna susana