Misión y juventud en un solo renglón
Hablar de «jóvenes hoy», en algunos de nuestros ambientes y celebraciones, parece nombrar a una raza en «extinción». Entre la fase de los mayores y de los niños, hay una franja ausente, que son los jóvenes.
Desesperadamente y con mucho aferramiento, los mayores tratamos de mantener estructuras, métodos, horarios y formas, que cada vez se hacen más pesados de cumplir… «por la caída de las hojas»…. faltan animadores jóvenes, catequistas jóvenes… Nuestros grupos juveniles ya han superado los 40 y los niños ya nos ven como sus abuelitas/os o más….
Vivimos lamentándonos de que la juventud está perdida, que la culpa es de los padres… y añoramos el pasado como los tiempos mejores… y cuando aparece un joven con deseos de colaborar, lo volvemos loco con todas las propuestas parroquiales…. ¿Tomaste la comunión? ¿Venís a misa? Te invito a mi Grupo….
Cuando el chico quiere ir a misionar, visitar a los pobres, ir a un comedor del barrio, le ponemos las trabas en las ruedas: «Te tenès que formar». «No estás preparado». «Tenès que adquirir experiencia….» Y el chico que tenía tanto entusiasmo, termina por quedarse en la esquina de su barrio, donde puede escuchar música con sus amigos y compartir una cerveza con ellos. ¿Es tan difícil ser un jòven cristiano en la Iglesia siendo normal? Parece que si…
Caminando por las calles de mi barrio, encuentro jóvenes de de diferente tipo: algunos merodeando la zona en busca de oportunidades con algún distraído/a que ostenta su ropa de marca o su celular de última moda o su coche o moto Okm.
Otros, en la esquina, miran como otro grupo de jóvenes juegan con los chicos del barrio y no hay ninguno de ellos. Nunca se animaran a integrarse aunque los invites.
Otra tanda de jóvenes andan apurados, vuelven del trabajo, y al rato salen de su casa recién bañados y se van al colegio nocturno. Notas en su cara no solo el cansancio del día, sino también la poca comida que pudieron incorporar.
En toda la experiencia de mi Pastoral Juvenil como Hija del Oratorio, siempre tuve la impresión de que en esa “raza extinguida», para nuestras comunidades, un fósforo encendido en medio de un pajal, es suficiente para despertar un fogonazo.
Los jóvenes de nuestro tiempo tienen su modo de hacer presencia, de estar, de compartir… Caminando por el centro de nuestro barrio, siempre me pregunto què actitud hubiera tenido Vicente Grossi ante la realidad que viven hoy, ellos, futuro de nuestra sociedad… La respuesta la tengo cuando al pasar los saludo y todos responden. Cuando algunos salen del grupo y te dan abrazo, un beso y te piden la bendición. Cuando Tucho, sale del mercado sucio y mal dormido con los brazos abiertos y te dice: «hermanita cuanto te quiero»… Cuando Analia, estando en Corrientes, haciendo una misión con su colegio, te manda un WhatsApp agradeciendo las misiones compartidas, cuna de su ser misionera hoy. Cuando caminando a Lujan, en medio de un centenar de chicos, alguien grita tu nombre y sin dejarte ver quien es, te sentís estrechada entre dos fuertes brazos y dos ojos que te miran llorosos de emoción… «soy Patricia, estuve con vos en el Grossi. Soy servidora en la Peregrinacion…».
Una vez se incendio una fabrica cerca de nuestra casa. Fuimos a ver que podíamos hacer. Un grupo de maestras jardineras de nuestro colegio estaban allí y oh casualidad, eran ex alumnas y del oratorio.
Nuestra misión fue dar agua a los bomberos y entre ellos estaba Juanma, nuestro compañero del Oratorio, misiones y encuentros. Emocionado me dijo: «Tenias que estar»… «No podías faltar».
Las necesidades de los jóvenes de hoy son las mismas del tiempo de Jesús, de Vicente Grossi, y de cualquier situación social. Sentirse amado, contar con alguien, no ser juzgados, confiar más allá de todo, de que si cien veces caes, nunca dejarás de tenderle la mano…
Planificar para los jóvenes está bien, pero si no caminas por sus calles, si no conoces su entorno familiar, donde y como vive, que hace fuera del grupo o del colegio….quizás más de una vez quedaràs decepcionado.
Mi opción como Hija del Oratorio, sigue siendo la misión para y con los jóvenes, no solo de nuestros ambientes, sino también los del «Oltre il muretto», los que están afuera, los que no se adaptan a la predeterminado, los que se encuentran en la periferia de nuestros templos y de nuestro barrio. Pero con una consigna… «siembra sin volver la vista atrás….el Sembrador es El»
Hna Stella Maris
Querida hermana Stella con mis 40 años puedo afirmar que su vocación, su misión en el carisma de San Vicente Grossi ha sido para mi vida una VOCACIÓN INSPIRADORA, durante toda mi infacia y adolescencia me ha enseñado y me ha formado en el carisma de las Hijas del Oratorio, me ha transmitido la vocación misionera y me ha ayudado a crecer en la fe. Hoy doy gracias al Señor por la vida y vocación de Vicente, gracias a él nuestras vidas se han cruzado y hoy puedo, aún sin ser consagrada, sentir y vivir este carisma que me anima a trabajar con espíritu misionero con los niños y jovenes con los que Dios me regala compartir. Usted con su trabajo a lo largo de mi infancia y adolescencia ha hecho posible que el carisma de san Vicente Grossi, sea el faro que me guía a abrazarme fuerte con el Maestro. Gracias hermana querida por su trabajo y entrega con niños y jóvenes de todos los lugares de misión donde tuvo la gracias de trabajar. La abrazo fuerte!
Gracias Ani!!!! sigamos con el mismo entusiasmo trabajando por el Reino de Jesús.